Desde que cada vez más pacientes consiguen sobrevivir después de sufrir un cáncer, la disfunción sexual está reconociéndose como unaa consecuencia negativa de los tratamientos que está teniendo gran impacto sobre la calidad de vida.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socio-económicos, culturales, éticos, religiosos y espirituales. La sexualidad la define cada paciente y su pareja de acuerdo con la edad, el sexo, las actitudes personales y los valores religiosos y culturales.

La disfunción sexual se cita como la mayor fuente de distrés para los supervDesde que cada vez más pacientes consiguen sobrevivir después de sufrir un cáncer, la disfunción sexual está reconociéndose como unaa consecuencia negativa de los tratamientos que está teniendo gran impacto sobre la calidad de vida.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socio-económicos, culturales, éticos, religiosos y espirituales. La sexualidad la define cada paciente y su pareja de acuerdo con la edad, el sexo, las actitudes personales y los valores religiosos y culturales.

La disfunción sexual se cita como la mayor fuente de distrés para los supervivientes de cáncer.

La causa de las alteraciones sexuales en estos pacientes es multifactorial, participando tanto factores físicos como psicológicos. Los problemas que aparecen se relacionan con cada una de las fases del ciclo de la respuesta sexual y pueden ser también diferentes dependiendo del momento de la enfermedad: el diagnostico altera dramáticamente las relaciones íntimas de los afectados, pueden existir trastornos previos o presentarse efectos tardíos debidos, por ejemplo, al trasplante de médula ósea.

La disfunción eréctil en el varón y la seducción y el deseo en la mujer son las causas fundamentales de producción de distrés; la edad, la pareja y su dinámica, así como la personalidad del paciente también ejercen una influencia importante.

La propia enfermedad y algunos medicamentos pueden producir deterioro del estado general y cambios en la imagen corporal (cambios de peso y masa muscular, alopecia, cushing), sequedad en la secreción vaginal o alteración hormonal (menopausia precoz, disminución de testosterona) y neuropatía (cisplatino o vincristina) que pueden mermar el deseo y la capacidad sexual. La medicación analgésica con opioides o antidepresivos, frecuentemente utilizados en pacientes con mieloma múltiple y linfoma, puede reducir el deseo sexual por distintas vías. El miedo al embarazo o a las infecciones durante los tiempos de quimioterapia también produce importantes alteraciones. Muchos pacientes sienten temor o ansiedad cuando se enfrentan a sus primeras experiencias sexuales después de los tratamientos oncológicos, lo que hace que se desarrollen conductas de evitación de las relaciones.

En los niños supervivientes al cáncer, una vez llegado el momento deberá evaluarse la repercusión que la enfermedad y su tratamiento ha producido sobre la esfera sexual.

Pero, además de todos estos, son los factores psicológicos los que van a tener mayor relevancia en una fracción muy elevada de pacientes con cáncer. Hasta el 60% muestra alteración de la imagen corporal que afecta tanto al funcionamiento sexual como a la forma de expresión de su sexualidad. El impacto emocional de la enfermedad y la frecuente aparición de ansiedad o depresión pueden producir disminución o incluso pérdida del deseo y la actividad sexual.

En el caso particular de los adolescentes y adultos jóvenes el cáncer y los cambios en la imagen corporal que produce supone un obstáculo para las relaciones interpersonales, el desarrollo de la propia sexualidad y el de la autoestima.

Muchas de las enfermedades oncohematológicas son más frecuentes en pacientes de edad, lo que también hay que tener en cuenta, existiendo poca información a este respecto.

A diferencia de muchos otros efectos secundarios fisiológicos del tratamiento del cáncer, los problemas sexuales no tienden a resolverse durante el primer o segundo año de supervivencia sin enfermedad. En un estudio sobre sexualidad en pacientes trasplantados, realizado por el grupo de Seattle, el 80% de las mujeres y el 46% de los hombres presentaron problemas sexuales a los 5 años del trasplante, lo que demuestra que la disfunción sexual es una de las complicaciones tardías más frecuentes que ocurren después del trasplante. En la fase terminal de la enfermedad, la necesidad de placer, de compañía, de amor, de relajación, de afirmación o de cólera induce a una gran variedad de formas de relación. Entre el 10-20% de los pacientes experimentan tensión en sus relaciones de pareja, muchas de las veces debido a su cambio de rol (cuidado-cuidador) y entre el 25-50% de los esposos/as o parejas sufren algún tipo de alteración. Por el contrario, en un número importante de parejas sus relaciones se intensifican.

Hay pocos datos sobre la sexualidad de los pacientes homosexuales con cáncer.

Bibliografía


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